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Prometeo, la religión del hombre

Prometeo, la religión del hombre

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Benedicto XVI comenzó su pontificado con una tremenda confesión: el Concilio Vaticano II no ha sido comprendido. Todo se cambió por el Concilio: la liturgia, el catecismo y el derecho, la vida de los seminarios, de los conventos y de las parroquias, y cuarenta años después un Papa que fue teólogo en el Concilio confiesa que todavía no se ha dado su correcta interpretación. La conmoción en los medios eclesiásticos no podía ser mayor, pues pone en tela de juicio toda reforma conciliar. 

La mayoría de los obispos se reúne para defender la hermenéutica vulgata -llamémosla así- del Concilio como nuevo comienzo, que animó las reformas. La Fraternidad San Pío X en cierto modo está de acuerdo, aunque sin el eufemismo: la única hermenéutica posible es la ruptura con la tradición. En cambio, los grupos tradicionalistas amparados bajo las alas de la Comisión "Ecclesia Dei" se apresuran a piar que puede y debe darse la hermenéutica de la comunidad. El momento es solemne. Roma ha invitado a la Fraternidad San Pío X a discutir sobre el Concilio -¡horror! gritan los obispos- con la intención, ciertamente, de mostrarle un Vaticano II sin contradicción en la historia de los dogmas. 

En este contexto, el Padre Álvaro Calderón, profesor desde hace tiempo en el seminario argentino de la Fraternidad San Pío X, ensaya una hermenéutica del Concilio que reúne dos notables cualidades. Primero indica de manera muy precisa los múltiples puntos de doctrina en que el Concilio rompe con la tradición y, aún mejor, pone al descubierto ciertas cuestiones difíciles que fueron usadas como velos. Segundo, traza las lineas de un proceso continuo que va del humanismo del renacimiento al "nuevo humanismo"conciliar. 

Aunque el aspecto histórico esta menos preciado, permite entender por qué en continuidad con cinco siglos de catolicismo liberal.

Estas dos cualidades no podían reunirse en un libro de lectura fácil. Pero es que no es fácil la lectura del Concilio. Sin embargo, aunque el Lector pierda detalle que exigirían estudio para apreciarlos, verá cómo el Autor recoge las piezas de tantas discusiones que habían dejado a los católicos en la perplejidad, y las encaja unas con otras sin forzarlas como quien resuelve un rompecabezas. Aquí está, sin dudas, el mérito principal de la obra, y lo que hace pensar que se ha dado un importante paso en la comprensión del mayor acontecimiento de la era moderna.

 

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